
Una reacción habitual del pueblo norteamericano es preocuparse sólo por las implicaciones a nivel local. Incluso cuando algo afecta a todo el mundo, existe la tendencia a centrarse en lo cercano. Con notables excepciones, periódicos, radio y televisión en Estados Unidos no tratan de nada que haya pasada a más de, digamos, 100 kilómetros de su público potencial. En consecuencia, con #wikileaks y con el #cablegate muchos no tienen tiempo, ganas, oportunidad o necesidad de profundizar más. La reacción habitual es considerarlos un ataque a los EEUU.
Pero, en realidad, ¿Quedan tan mal los Estados Unidos? Vemos que interfieren en asuntos locales de otros países, a veces en cosas que sólo les afectan tangencialmente, y siempre en beneficio de su propio país. Con juego sucio, amenazas, coacciones, mentiras y traiciones. Nada especialmente reseñable ni inaudito en las relaciones internacionales. Realmente ¿Les podemos echar algo en cara a sus diplomáticos? Es su trabajo. Nadie dijo que fuera un trabajo bonito, pero alguien tiene que hacerlo. Se les puede acusar, como mucho, de exceso de celo.
Ahora, ¿Cómo quedan los demás países? ¿Cómo queda España, por ejemplo? ¿Qué se ve en los telegramas? ¿Pecamos, como ellos, de prepotencia? ¿Damos una imagen de cerrazón ante cualquier cosa que no sea un beneficio neto para nuestro país? ¿Vemos, quizá, exceso de celo en la defensa de nuestros intereses?
No.
Lo que vemos es otra cosa. Vemos una republica bananera. Vemos a personajillos miserables, casposos y mezquinos tomar decisiones en nuestro nombre, a nivel internacional, nada menos, cuando en realidad no los querríamos ni de presidentes de nuestra comunidad de vecinos. Personas incapaces de ver España como otra cosa que no sea un escenario de sus juegos políticos. Les vemos dispuestos a ceder, a rendirse, a vender la soberanía nacional por un mimo, una caricia del emperador del mundo, una sonrisa del departamento de exteriores de una nación extranjera.
Últimamente suena mucho una palabra inusual, "sedición". Wikipedia la define como "conducta que pueda ser estimada por la autoridad legal como motivo de insurrección en contra del orden constitucional establecido". Es un asunto grave. Lo que tenemos aquí es peor. Mucho peor. Lo que han hecho, por ejemplo, con el Caso Couso, o con la Ley Sinde, tiene un adjetivo más apropiado.
Traición.
No, perdón, TRAICIÓN, con mayúsculas.
No me refiero a traicionar unos ideales, a un colectivo, a una promesa. Quiero decir traición como acción desleal hacia la nación. Quiero decir traición como un delito tipificado en el código penal español. Quiero que investiguen a Ángeles Gonzáles Sinde por traicionar a su país y defender cambios legislativos propiciados por una potencia extranjera. Quiero que se investigue a Cándido Conde Pumpido y a Javier Zaragoza por injerencia en el Sistema Judicial Español, por prevaricación, por traicionar a su patria y por ayudar a evadirse de la justicia española a los asesinos de un ciudadano español, asesinado en suelo extranjero mientras realizaba un trabajo de interés público. Quiero que se le investigue, a ellos y a muchos más, por traición a su país y por deslealtad al cargo y a los deberes que juraron cumplir. Si esto no es traición, que venga Judas y lo vea.
Y quiero una investigación de verdad, policial, no política. No quiero otra inútil "Comisión de investigación" para que cuatro cantamañanas cobren sus dietas. Quiero que policías de verdad investiguen las evidencias, que policías profesionales llamen a declarar a los testigos y a los implicados y quiero que policías científicos analicen las pruebas. Quiero que la Interpol* colabore con la policía nacional, y quiero que se garantice una investigación libre de trabas, presiones políticas e interferencias gubernamentales.
Melchor, Gaspar, Baltasar; sé que haréis lo imposible para concedérmelo, pero soy consciente de lo difícil que puede ser. Lo comprenderé si no lo conseguís.
* Esto es, si no están demasiado ocupados persiguiendo a supuestos acusadores por supuestos actos sexuales consentidos presionados por una fiscalía sueca que, por supuesto, niega supuestas presiones políticas.
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