Soy de la liga antimóvil, no me gustan esos cacharros. Básicamente los valoro su usabilidad a la hora de llamar, y es que en muchos casos resulta un verdadero coñazo usar su función primordial, pero por circunstancias ajenas a mi voluntad siempre voy con tremendos bichos, muy tecnológicos, que a duras penas entiendo.
Pero no seré yo el que se queje de la tecnología, lo que me sorprende es el cambio de actitud que hemos tenido como interlocutores.
La frase más pronunciada a través de los teléfonos móviles después de saludar es "¿dónde estás?". Antes de la telefonía móvil, todos sabíamos a dónde estábamos llamando, el interlocutor podía variar. Ahora sabemos a quién estamos llamando, lo que varía es la localización.
La respuesta natural a esa pregunta debería ser ¿a ti qué coño te importa?, sin embargo de forma inconsciente damos nuestra localización sin ningún problema (ya sea verdadera o ficticia), aunque no tenga nada que ver con la conversación que se vaya a tener.
El otro requerimiento prepotente es el de la respuesta inmediata. Partimos de una premisa errónea: llamamos a un teléfono móvil ergo nos tienen que contestar. Si no responden inmediatamente insistimos varias veces, y pedimos explicaciones cuando al final contactamos "te he llamado varias veces, y no me cogías el teléfono".
A veces la gente no tiene ganas de contestar, está durmiendo la siesta, echando un kiki, o pasando de todo. Respetemos los momentos de desconexión, ociosidad y sexo salvaje, al final es de lo mejor de la vida.
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